LA PLATA CIUDAD DE PERIODISTAS

La mítica Escuela de Periodismo y el Círculo de Periodistas de la Provincia de Bs.As.

Memorias de una periodista agradecida

   Estoy aquí, en un antiguo departamento de lo que fuera el centro de la ciudad de La Plata. Soy un ser urbano, vanidoso y a veces frívolo. Como cabe a un platense  nacido y criado. “Tilingo” dirían algunos. Porque no lo neguemos, la mayoría de los platenses nos caracterizábamos por lucir nuestro “abolengo de platenses”. Algo tan absurdo como místico. Con ello iban  incluidos, la Catedral, el Hipódromo, “la Avenida de los Palacios”, el Balneario del Jockey Club en Punta Lara y su sede en calle 7, la Misa de once en San Ponciano, los bailes del 19 de Noviembre aniversario de La Plata, los partidos de rugby para los fans adolescentes, las funciones de gala en el Teatro Argentino, los cumpleaños “de quince” y el fervor por Estudiantes de La Plata. Una radiografía casi exacta de la clase media local ,desconocida, temida y  envidiada por los estudiantes extranjeros o del interior del país que se sentían expelidos de este mundo pre moldeado por varias generaciones “de patricios”, únicamente accesible para los provincianos de comprobado linaje similar en sus terruños. Y en esto resaltaban los mendocinos y salteños, que solían formar grupos  tan “especiales” como los platenses. Así se vivía hasta  hace 70 años , en la orgullosa capital bonaerense , hoy ninguneada a localidad del “Gran Buenos Aires” en una extraña melánge que intimida a seres vetustos de más de 80 años como quien esto escribe, acostumbrados a una ciudad de arquitectura europeizante capaz de deslumbrar a turistas propios y ajenos. 

     Quizá yo también pueda calificarme como una “vieja dama indigna”. Y sí, creo que la Literatura siempre acierta en sus dichos y metáforas. Especialmente en tiempos como los que corren, desnudos de cultura, sensibilidad, historia familiar, avidez por el conocimiento, orgullo por la elegancia y el refinamiento y un tajante desprecio por lo grosero, escatológico o sexo explícito. Muchos imberbes del siglo XXI –que no jóvenes, pues la juventud es un estado maravilloso del espíritu que ellos ignoran- califican al tiempo anterior como una etapa de hipocresía, prejuicios y descalificaciones.Y  posible que así fuera en algunos ámbitos, en donde se valoraba más “el tener” que”er” o el machismo más que el feminismo .Pero afortunadamente había excepciones y la inteligencia prevalecía sobre la estupidez. No era el Edén pero tampoco este Infierno. Y en lo que a mi vida respecta, estimo que fue más valorada y respetada, dentro de una estructura social estricta y exigente, que en esta gelatinosa etapa de sexo confuso, pensamiento único, insolencia preeminente, burla hacia el mérito, amoralidad por orgullo, olvido hacia los mayores y una pulsión desesperada por el dinero sin origen conocido, lícito o nó.

      En una presentida cuenta vital reversiva, ante montañas de papeles amarillentos, recortes de diarios con publicaciones que alguna vez creímos importantes, fotografícon imágenes fuminadas y artículos periodísticos que marcaron el camino hacia una profusa tarea en medios argentinos y extranjeros, tan felicitados como cuestionados en épocas sombrías para América Latina, hallé datos de investigaciones –mi principal debilidad histórica- que me sacudieron emocionalmente. Eran trabajos de mis “años mozos”, cuando escribía mejor que ahora y ellos me permitían cumplir con la consigna de José Martí  que “Honrar, honra” o con el simple proverbio español que afirma  “Es de bien nacido ser agradecido”. Siempre, doy fe y muchos que aún viven pueden dar testimonio de esta actitud, he sido una persona agradecida. No por reclamo alguno, sino por imperativo personal, acaso grabado en mi genética hispana por mis padres y abuelos. Agradecida a Dios, a la Vida, al Amor, a mis maestros, a mi familia, a mis médicos, al Conocimiento, a los artistas y creadores que mejoran el Mundo, a los amigos, a la profesión, a mi vapuleado y despojado País… 

Es tan grande la lista de agradecimientos que desearía cumplir, que posiblemente por ese motivo he llegado a estos 83 años  Pero la deuda crece con el tiempo y la madurez para reconocerla. Y aquí no se trata de intereses, plazos bancarios o administrativos, sino de afecto y reconocimiento perdurables. Suelo decirles a mis hijos y nietos, que recuerden dos consignas para calificarse como buenas personas: ser agradecidos y no pecar de impiadosos. Con ello basta para dormir plácidamente cada noche y recordar  los momentos felices más allá de los dolorosos.

He arribado a ese estadío. A esa meta desprovista de ansiedades, ambiciones o egoísmos. Es maravillosa una existencia en la que –como decía mi abuelo Manuel Vázquez- “quien nada debe es rico”, en medio de un mundo empobrecido económica y espiritualmente por tantos siglos de codicia, insensibilidad e ignorancia del prójimo. Muchos compatriotas me entenderán, cuando afirmo que soy una argentina más, periodista y docente jubilada. Obviamente, con el cuero duro y tatuado por acontecimientos crueles e imborrables de nuestra historia, que pueden reabrir heridas pero que siempre nos fortalecerán, porque “ser argentino” es un imperativo moral para soportar dictaduras, censuras e injusticias, con coraje, entereza y capacidad para el perdón (no el olvido).

Ese no al olvido encierra una película interminable de fotogramas coloridos, sepias, grises, blanco y negros, entre los que extraje un relato memorable para mi condición de periodista: los orígenes de la antigua Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, que hoy se intenta borrar tras una absurda entelequia que no genera más que ridículas anécdotas y ningún mérito intelectual. Recordar sus raíces y sus prestigiosos impulsores, es un propósito que alguna vez me fijé en el libro “La Plata, Ciudad Milagro”, que se editó para el centenario de  esta capital y en el que colaboramos muchos escritores platenses. Fue una publicación esmerada y casi lujosa con la idea y dirección de la Profesora Catalina Lerange, pero de escasa tirada, debido a su costo, lo que significó que quedaran sin conocerse valiosos trabajos de colegas locales.

Vale pues, cumplir  con esa deuda de gratitud y admiración hacia quienes pergeñaron aquella mítica Escuela de Periodismo, bajo la inspiración de la de la Universidad de Columbia y el credo de Walter Williams, quien aseguraba que “nadie puede escribir como periodista lo que no puede sostener como caballero”.

LA MITICA ESCUELA DE PERIODISMO

960. Década de transiciones, deslumbramientos, agitaciones incipientes, desconciertos, pero también de senderos plenos de promesas válidas para quienes optamos por la sencilla artesanía de la palabra, enhebrada con esfuerzo cotidiano y entintada con fervor veinteañero.

Una escalera no apta para cardíacos, con rica ornamentación en ambas paredes laterales, era el primer obstáculo a superar a manera de puente levadizo, para acceder al viejo palacete de señoriales historias donde funcionaba entonces la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, en calle 53 entre 9 y 10, frente al  antiguo Teatro Argentino.

En sus ocasionales aulas, los muros atesoraban ecos de los tiempos de esplendor en que fuera residencia del gobernador Udaondo, junto a sonidos bullangueros de épocas bohemias cuando funcionaba allí el Comedor Universitario, sede de gastronómicas citas diarias así como de  coloridas fiestas estudiantiles traídas por la comunidad de estudiantes latinoamericanos.

Crónica intimista 

El primer día de clases, Arminda D’Onofrio –espíritu sutil y maestría en la adjetivación- exigió una prueba de capacidad periodística inesperada: describir aquella empinada escalera y los frescos del salón, con estilo ágil, original y colorido. Fue un golpe certero pero dado con fundamento: los frescos reproducían escenas del Quijote gracias al respetuoso pincel de un artista enamorado del Renacimiento.

A duras penas superamos el trance. Mas la prueba sirvió doblemente, como lo intuía Arminda: como desafío para posteriores escritos a los vanidosos y desaliento sin atenuantes para los tibios y potenciales desertores: de 120 alumnos inscriptos aquél año solamente 20 arribamos al curso siguiente.

Con la referida señora de las letras comenzamos a vislumbrar la punta del ovillo para diferenciar los matices de los adjetivos, la sonoridad de cada vocablo, la turgencia 

de los verbos y “la arena que se desliza entre los dedos, de la poesía de Jorge Luis Borges”

También maestro, a la par que periodista, Miguel Angel Escalante –Rector del Colegio Nacional platense-tuvo menos piedad para los recién llegados: “Aquí no se enseña a escribir a nadie. El que no sabe hacerlo no va a aprender nunca. Únicamente les inculcaremos una técnica. Lo demás solo depende de ustedes”.

Aunque su natural bonhomía y excelente calidad docente superaron aquella primigenia imagen de profesor cascarrabias .La técnica del reportaje, el dominio del estilo periodístico y sus consejos para adentrarse en el “metier” de esta a veces inasible  profesión, aún son código firme para quienes fuimos sus alumnos. Es que “el Indio”, como lo llamaban sus colegas era también el jefe de la corresponsalía del Diario “La Nación” en La Plata, donde solía llevarnos a observar el trabajo de los veteranos.

Rodolfo Schelotto Sergio-director de la Revista “Placet”- fue quien nos introdujo en el misterio de las inmensas salas de rotativas,  composición y fotograbado, y nos encariñó con las secciones especializadas del periódico, en joviales charlas en las que su admiración por Joseph Pulitzer era la puerta abierta a la aventura permanente de un hombre de prensa.

La profesora Ligia Spina, con su inteligencia sin claudicaciones y definida personalidad, nos acercó por su parte una interpretación de la Historia Argentina Contemporánea –aceptada o no por la mayoría-, que nos deslumbraba por la calidad pedagógica de su expositora y la valentía de sus aseveraciones.

Otro tanto ocurría con el profesor Juan José Garat, cuya cátedra de Historia de las Ideas Políticas era un mágico mosaico de ideas y de hombres, cuya estructura de alto nivel académico se fijaba a nuestras neuronas con indelebles trazos.

Estaban también los periodistas empíricos –valga la redundancia- Mario Jordán, Marcos Aronín, Augusto Vaso, Manuel Trigo Viera, Efraín Burgos Márquez, Orfilio Calvo y David Svaiger, con quienes era sencillo adentrarse en los laberintos de la diagramación, la tipografía, el estudio de originales, la organización del material periodístico y hasta el análisis de la opinión pública.

¡Y cómo no mencionar especialmente a Jorge Raúl Calvo, el hombre sereno, estudioso de la ética profesional, que con permanente preocupación “sanitarista” nos alertaba sobre las “patologías del Periodismo”, esforzándose para que sus alumnos no contrajéramos ninguno de aquellos males, como la detestable autocensura!

¿O al profesor Luis Aznar, gran maestro e investigador que con agudo ingenio limaba las ásperas aristas de la Historia del Periodismo, puro nombre y pura cifra para humanizar las figuras de bronce de nuestros próceres?

  Junto a ellos, dos queridos y admirados abogados platenses: el doctor Pedro Verde Tello, demócrata sincero que nos permitía aspirar el aroma de la vieja bohemia socialista de principios de siglo y hacer carne la problemática de los deberes y derechos del periodista, y el doctor Luis.C.Caggiano, de florido verbo y caballerosa estampa, que con sus dotes didácticas convertía las nociones de Derecho Constitucional en un amable hábito intelectual que hoy valoramos en la dimensión que él, sin duda, hubiera deseado para sus alumnos.

  El acento en las disciplinas humanísticas fue la base de los estudios de aquel ambicioso plan de la Escuela nacido en l956, que nosotros heredamos y vimos crecer hasta transformar a ésta en Escuela Superior, como instituto modelo dependiente de la Presidencia de la Universidad Nacional de La Plata.

Por eso son imborrables las figuras de la juvenil profesora Sara Alí Jafella, paradojalmente aplicada a las imágenes del Mundo Antiguo y de los padres de la Filosofía, al lado de la cariñosa expresión de la Prof. Sara Martínez de Mercader Bosch, ofreciéndonos la evidencia de la Geografía Humana,con plácido gesto y acertadas cifras. Poco después, la brillantez de la Prof.Marta Lapalma supo brindarnos desde la cátedra del desaparecido Jorge Raúl Calvo, una visión aguda, vital y cristiana del problema de la Deontología Periodística.

La nota de “english humor” –dos años de este idioma- no siempre comprendida por los alumnos, la daba el britanísimo profesor Alexander German Perry (corresponsal en Argentina del New York times y el Times de Londres), quien el primer día de clases exacerbó a más de un espíritu ultranacionalista al asegurar: “Con la luz de mi inteligencia sajona alumbraré vuestras oscuras mentes latinas”. Pero superada la chanza resultaba una agotadora y deslumbrante odisea intelectual, seguirlo por los caminos de la gramática y la semántica inglesas, cuyas rectas y recodos nos indicaba puntero en mano.

Otro incentivo para nuestra inquietud de futuros comunicadores eran las charlas eruditas del profesor Juan B. Molinari. Tras aterrarnos con un primer pedido bibliográfico en inglés, francés, alemán e italiano sobre temas de Sociología, logró  disipar nuestros temores y apasionarnos por la problemática social, al punto que muchas de nuestras pesquisas y tesis de graduación giraron sobre esta materia.

         Nuestra evocación no estaría completa sin mencionar a Alberto Fernández Leys, fino escritor y “hombre de taller”, que dictó en aquella época -1962- la materia “Agencias y Centros de Información Internacional”, dejando traducir en todo momento su amor por las técnicas de impresión. Fue foguéandonos en estas habilidades, frente a la mágica operatividad de la primera impresora plana de la Escuela, que recibimos el bautismo de periodistas. El certificado casi sacramental de esa iniciación era el mensuario “Noticias Universitarias”, órgano oficial de la Universidad Nacional de La Plata, editado por los alumnos y el cuerpo docente del establecimiento, gracias a los esfuerzos denodados y milagros financieros realizados por el Director Dr. Pascual Cafasso, artífice de la nueva etapa del instituto desde 1955. Los logros llegaron con el respaldo del Rector de la Universidad, el Dr. Danilo Vucetich , químico notable y auténtico maestro, que siempre atendió nuestros requerimientos con amabilidad y comprensión para nuestro grupo de alumnos, ávidos de conocimientos y prácticas profesionales. Era un lujo comunicarse con  tales académicos y hallar casi siempre un sí, cuando de estudiar se trataba.

  Al lado de la vieja impresora se agiganta hoy el recuerdo de la figura de Marcos Fingerit, consagrado poeta y eximio traductor, que dirigía el Departamento de Publicaciones y Biblioteca de la Escuela, convertido para nuestras inquietudes juveniles en un confesionario donde expresábamos  nuestras cuitas personales y carencias informativas. Fingerit ocultaba tras sus cotidianos rezongos y aparentes exigencias burocráticas, su riqueza cultural, su exquisita trayectoria en el campo de la literatura y del periodismo y un entrañable cariño hacia esos “pichones” de periodistas, que eran la manifestación de un hombre riquísimo en sus afectos pero limitado por su introversión. Con él era fácil encarar una diagramación, confeccionar un editorial  o redactar una tesis. Todo había en aquella pequeña oficina : hasta una taza de té caliente y bizcochos para las tardes de frío.

Mario Botelli, regente del taller y su ayudante R.Gironda, nos mostraban los secretos de un tipómetro, del armado de una rema, de la prolijidad de un recorrido y hasta el doblado a mano –tal aquella primera etapa de precariedades tecnológicas- de nuestro periódico.

Toda la Escuela era un escenario cordial y atento a las inquietudes de los alumnos. No había vano protocolo pero imperaban el respeto y la amabilidad en todos los sectores. Desde el secretario, Félix Hernández Martín –el apreciado Gallego- hasta sus colaboradores, Manuel Barreto –el querido y desconcertante Manolo, hombre multifacético de increíble sentido del humor y romántica bohemia; Alicia Lenain, artista plástica y ocasional administrativa que nos enriqueció con su amistad; Elina  de Burgos Márquez, “maestra de alma” que archivaba los legajos de los alumnos con maternal eficiencia; Aurelia Setien ,fémina adelantada a su época y traductora intachable y Alfonsina Simonetti asistente de lujo de la Biblioteca próxima a recibirse de escribana, así como otros de similar dedicación, pasando por las imágenes de aquellos casi mitológicos ordenanzas Montero y Bancalari, nunca ajenos a los problemas o inocentes conspiraciones estudiantiles, aquél grupo humano parecía trabajar en función primordial de nuestro futuro profesional, solucionándonos cualquier dificultad o trámite.

Para todos ellos, nuestro agradecimiento. La deuda de honor hacia sus esfuerzos es eterna y creo interpretar en mis palabras el sentimiento común de mi generación. Periodista se nace pero no basta con ello: hay que hacerse. Y para ello se necesitan maestros y guías. Los tuvimos y muy buenos. Hoy muchos de ellos son colegas, pero para nosotros seguirán siendo nuestros maestros. Entendemos que el permanente reconocimiento a su experiencia es el mejor homenaje de un periodista a otro periodista.

Porque el Periodismo muestra la síntesis del quehacer humano. Es el verbo puesto al “ahora”. Es la inacabable crónica del acontecer de la Humanidad. Y solo una vida de hechos puede escribir sobre hechos de la vida.

Los pioneros

Desde mucho tiempo atrás existió el concepto generalizado de que “el periodista, como el poeta, nace”. En España, por ejemplo, suele decirse: “La practica trau maestres”. Pero nada califica tanto a un país como su Periodismo, especialmente en lo que hace a la educación y formación moral de sus integrantes.

               Así lo entendieron con empinado criterio y acendrada vocación, los pioneros de la enseñanza periodística en La Plata, surgidos del brillante cenáculo que era el Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires, allá por l934.

Gracias a ellos, hombres de generosa experiencia dispuesta a trasvasarse en las nuevas generaciones, la capital bonaerense contó con un feliz ensayo de “Cursos para Periodistas”, realizados en ese año por la Universidad Nacional de La Plata y la citada entidad profesional. Los alumnos conformaron un grupo de 298 asistentes de diferentes edades y una sola inquietud: ingresar en el fascinante mundo del periodismo.

La continuidad de esta venturosa empresa debe buscarse en la nota que el entonces Presidente del Círculo, doctor Manuel Eliçabe, con las firmas del secretario y prosecretario de la institución, señores Edgardo Saborido y Luis Aznar, elevó al Rector de la casa de altos estudios platense, doctor Ricardo Levene, proponiéndole la creación de la “Escuela Argentina de Periodismo”.

La iniciativa halló eco favorable y es así que el 11 de mayo de 1935, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de La Plata ordenó auspicio y colaboración de esta Universidad para el referido proyecto, teniendo en cuenta el éxito de aquellas clases de 1934.

Comunicada la medida al Círculo, el 17 de mayo del mismo año éste designó a su Presidente Dr. Manuel Eliçabe, al doctor Ramón T.García y al señor Carlos Molteni, para integrar la Comisión Especial encargada de preparar el Reglamento de la Escuela Argentina de Periodismo. El cuerpo estaba presidido por el Dr.Ricardo Levene y participaba de sus deliberaciones el destacado profesor José A.Oría. Este último fue luego uno de los que inauguró las clases de la Escuela, con un cursillo sobre “Grandes figuras del periodismo contemporáneo”, al lado del Dr. Víctor Juan Guillot, quien impartió conocimientos sobre el “Régimen jurídico de la prensa en la República Argentina”.

El reglamento de la Escuela

   El Reglamento aprobado para la Escuela Argentina de Periodismo estableció que ésta  “desarrollará instrucción general y conocimientos especiales que capaciten para las funciones del periodismo y procurará fomentar en sus alumnos sentimientos cívicos y normas de ética profesional, a fin de que las ejerzan eficaz y dignamente”.

Asimismo determinó que sus alcances solo serían aplicables al gobierno y administración propios de la Escuela y no a los cursos de asignaturas universitarias ni a sus profesores, los que se regían por los estatutos de la Universidad y los reglamentos de las respectivas Facultades.

Las asignaturas fijadas por el plan de estudios se debían cursar en las Facultades de Ciencias Jurídicas y Sociales, y de Humanidades y Ciencias de las Educación, pero no las profesionales, que se impartían en la sede del Círculo de Periodistas,  calle 48 entre 5 y 6, de La Plata.

Una Comisión de Gobierno, compuesta por un Director y dos vocales, tenía a su cargo el gobierno técnico y administrativo de la Escuela. También podía integrar la Comisión un delegado del Centro de Estudiantes de Periodismo.

El Director era nombrado por la Comisión Directiva del Círculo y duraba cuatro años en sus funciones, igual que uno de los vocales. El otro vocal era designado por la Presidencia de la Universidad y permanecía idéntico período en su cargo.

Las materias de la carrera dictadas en el ámbito universitario platenses eran las siguientes: Composición y Gramáticas; Historia Argentina Contemporánea; Geografía Política y Económica Argentina; Idioma (Inglés o Francés); Derecho Constitucional; Sociología; Derecho Administrativo y Derecho Internacional Público.

Por su parte, el Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires daba enseñanza teórica y práctica de Historia del Periodismo (dos cursos); Reportaje y redacción de noticias (dos cursos); Estudio de originales periodísticos, su crítica y reconstrucción (dos cursos); Arte tipográfico aplicado al periodismo; Legislación de Prensa y Ética periodística.

Como nota singular que marca el clima vivido en aquella primera Escuela, 

recordamos el artículo 11º de su Reglamento de funcionamiento que expresa textualmente: “Los profesores procurarán mantener relaciones cordiales con los alumnos y dispensarles amistosa consideración, sin perjuicio de de requerir de la Comisión de Gobierno las medidas disciplinarias que fuese indispensable aplicar”.

Los profesores

El grupo de profesores nacido con la Escuela tenía luz propia. La luz del intelecto sereno y la capacidad profesional intachable. Ramón T.García enseñaba “Reportaje y redacción de noticias”; Mario Sciocco, “Arte tipográfiuco aplicado al periodismo”, Carlos Heras, “Organización Nacional” (1852-1862), José A. Vasconcelos, “Sociología Iberoamericana”; Arturo Capdevila, “Periodismo Argentino entre 1820 y 1930”;  Pedro Henríquez Ureña, “Literatura Contemporánea de la América Española”; José María Ots Capdequí  (catedrático de la Universidad de Sevilla), “Instituciones Coloniales de la América Española”; José Santos Gollán, “Preparación y aptitudes para el periodismo”; el propio Dr.Manuel Eliçabe, la cátedra de “Etica Profesional”, además de dictar un cursillo sobre “Estudio de artículos periodísticos, su análisis, crítica y reconstrucción”; Dr.José A. Oría, “Historia General del Periodismo” y Luis Aznar, “Historia del Periodismo Argentino”.

La inauguración

Abierta la matrícula de la Escuela se inscribieron inmediatamente 131 alumnos (35 mujeres y 96 varones), de los cuales 25 eran egresados y estudiantes universitarios; 24 egresados y alumnos de las Escuelas Normales Nacionales de Maestros y de Escuelas Superiores de la Nación, así como 82 bachilleres, y alumnos de diferentes escuelas secundarias.

Los primeros cursos se iniciaron el 14 de junio de 1935, en un acto público presidido por el Dr. Ricardo Levene, en el Aula Magna de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En esa circunstancia, el presidente del Círculo y director de la Escuela, Dr. Manuel Eliçabe, rememoró las palabras del Dr. Levene un año atrás, al comenzar los cursos piloto de periodismo, que –dijo – “importaban una iniciativa de proyecciones espirituales que haría indestructible esta unión de dos poderosos instrumentos de la cultura contemporánea: el Periodismo y la Universidad”, agregando que el contenido y orientación del plan de estudios a desarrollar permitiría a los profesionales egresados de la Escuela cumplir con la norma estricta impuesta por su trascendental misión: “hacer en el momento oportuno lo que de él espera la sociedad; hacerlo bien y aún más, superando la medida de lo que se espera de él”.

En otro momento de su discurso afirmó también el Dr. Eliçabe, que “la Escuela cuyo funcionamiento iniciamos hoy, admitiendo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, es por ello y muy principalmente, una acción llena y palpitante de 

interés espiritual. Sembremos sus enseñanzas; luchemos por su mantenimiento y tengamos fe en sus resultados. Ellos no pueden ser nulos, porque nunca son vanos los esfuerzos individuales o colectivos, en pueblos jóvenes como el nuestro, para acrecentar la cultura general mediante obras llenas de tan hondo sentido espiritual como esta Escuela cuyas puertas abrimos”. 

 Un plantel de 50 alumnos aprobó  aquel primer curso de materias específicas de Periodismo y la Escuela despertó  notorio interés en el país y fuera de él. Era la primera escuela en su tipo en Sudamérica y había nacido varios años antes que la Escuela de Periodismo de Madrid.

El esfuerzo y la visión de aquellos pioneros del Círculo de Periodistas no se vieron defraudados: de 1936 a 1943 inclusive, un promedio de 45 alumnos fue aprobado al finalizar cada año lectivo. Y la estructura de la Escuela sirvió de modelo para similares establecimientos de Argentina y de otros países.

En 1943, durante el rectorado en la Universidad Nacional de La Plata del Dr. Alfredo Palacios, se aprobó la primera reforma al plan de estudios de la Escuela Argentina de Periodismo, que inició ese año la extensión universitaria con el dictado de cursillos especiales y equiparó a sus alumnos al régimen de los de la UNLP en los beneficios de ayuda social, según solicitud formulada en tal sentido por la Presidencia del Círculo de Periodistas.

Ese mismo año, la Comisión Directiva del Círculo acudió en demanda de ayuda al Poder Ejecutivo bonaerense, desempeñado por el Dr. Rodolfo Moreno. Este le acordó un donativo, por única vez, para la instalación de un modesto taller de imprenta en la Escuela. Allí nació, en 1946, el periódico “El Iniciador”, escrito por los alumnos con el asesoramiento de los docentes de la casa. En él se abordaban temas generales de prensa, con seriedad no exenta de frescura y se hacía especial hincapié en asuntos vinculados a la historia del periodismo argentino y a la ética periodística. Su distribución era gratuita.

Incorporación a la Universidad

El entusiasmo indeclinable de autoridades, profesores y alumnos de la Escuela por ver crecer el establecimiento hicieron que en 1949 el director Eliçabe elevara un proyecto de incorporación del instituto a la Universidad Nacional de La Plata. Pero recién en 1954, luego de permanentes trámites efectuados con tal propósito por el Círculo de Periodistas, el Honorable Consejo Universitario en su sesión del 28 de abril, resolvió auspiciar el funcionamiento de una Escuela de Periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Para ello dispuso designar una Comisión Especial integrada por el  Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y el Delegado Interventor en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales para que, juntamente con las 

autoridades del Círculo de Periodistas, elevara un plan de organización y funcionamiento para la anhelada Escuela.

         Por la entidad profesional fueron designados para esos estudios el fundador de la Escuela Argentina de Periodismo, Dr. Manuel Eliçabe, el director del establecimiento en esa fecha, señor Saverio J. Redoano, y el delegado ante la Comisión de Gobierno de la Escuela, profesor Miguel Angel Escalante.

Meses después, el 28 de setiembre del mismo año, el H.Consejo Universitario aprobó el proyecto respectivo y con él la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Para concretarla, el Círculo de Periodistas ofreció sus aulas, elementos didácticos y el uso de su taller de imprenta, por tres años prorrogables, hasta que la Universidad dispusiera de un presupuesto adecuado a sus fines.

El 4 de mayo del año siguiente, el director Redoano propuso la reforma del plan de estudios .Con esta modificación, se iniciaron las clases una semana después, habida cuenta de que estaban prácticamente preparadas las nuevas adecuaciones, que siempre significaron un paso adelante en la modernización y mejora del sistema educativo periodístico.

Con los cambios políticos de setiembre de 1955, el 4 de octubre se produjo la renuncia a su cargo del director Saverio Redoano, quien fundamentó su decisión en la carencia de presupuesto, así como en la carencia de un local adecuado para el funcionamiento de la Escuela. Pero el destino de la institución estaba signado por un crecimiento sostenido e inclaudicable.

 Una nueva etapa 

  El 20 de octubre de 1955 asumió sus funciones  de Delegado Interventor en la Escuela el Dr. Pascual Cafasso, quien por más de doce años trabajó denodadamente por el desarrollo y jerarquización del instituto hasta convertirlo en Escuela Superior.

Bajo su conducción se aprobó el un nuevo plan de estudios y en 1950 se creo el Seminario de Investigaciones de esta unidad académica. Asimismo, se estableció la obligatoriedad de que los alumnos de tercer año realizaran un trabajo final de investigación para optar al título de Licenciado en Periodismo.

Sin prisa pero sin pausa, la tarea fue cobrando frutos que fueron brindados también a la comunidad. Así por ejemplo, se cumplió un cursillo experimental de periodismo escolar para maestros, que comenzó el 6 de setiempre de 1957 y que despertó una importante respuesta por parte de los docentes inscriptos.

Al año siguiente la Escuela ya contó con su propio local, en la calle 53 nº 726, dejando las instalaciones del Círculo de Periodistas y de las Facultades de Humanidades 

y  Ciencias de la Educación así como de la de Ciencias Jurídicas y Sociales. El edificio alquilado por la Universidad y adjudicado a la Escuela había sido la residencia del ex Gobernador Udaondo, que mencionara al comienzo de esta nota deslumbrada por la riqueza de sus murales dedicados a escenas de Don Quijote de la Mancha.Digno marco para tan noble propósito.

En esta sede comenzaron a gestarse los sueños de grandeza, muchos de ellos concretados por el esfuerzo titánico del Dr.Cafasso y su equipo de colaboradores, junto a quienes trabajamos por ese diario estímulo la mayoría de los alumnos. Llegaron allí la imprenta, la biblioteca especializada –la mejor de Hispanoamérica-, el laboratorio fotográfico, las máquinas de escribir… ¡Un mundo de motivaciones para satisfacer las esperanzas de varias generaciones de émulos de Mariano Moreno (y hasta del Padre Castañeda, que de todo hubo)

1960 marcó una etapa de nuevos triunfos. El 7 de Junio, Día del Periodista, en homenaje a la aparición del primer número de “La Gazeta de Buenos Ayres” creada por Mariano Moreno, la Escuela editó un facsímil del periódico patrio de cuidada realización. Inaugurada la imprenta, a este trabajo siguieron las “Ediciones de la Escuela de Periodismo”, libros que se distribuyeron a centros de enseñanza especializada de nuestro país, América Latina y Europa y que recibieron las felicitaciones de los más prestigiosos periodistas y docentes de las Universidades a las que se remitieron.

Con este ritmo sostenido, el 7 de julio de 1961 apareció el primer número de “Noticias Universitarias” editado por la Escuela, que era el vocero de las actividades de todas las Facultades de la Universidad Nacional de La Plata y del propio Consejo Superior de la UNLP. Su redacción, fotografías, diseño, prácticas de taller gráfico y hasta distribución en forma gratuita, eran efectuadas por los alumnos guiados en forma ágil y moderna por los profesores de las materias técnicas. En forma paralela, muchos de los futuros periodistas mantenían un programa radiofónico en los estudios de Radio Universidad Nacional de La Plata, que ofrecía generosamente sus instalaciones y apoyo profesional.

Hacia la jerarquización 

El 18 de noviembre de 1964, el Consejo Superior de la Universidad aprobó un nuevo plan de estudios para la carrera de Periodismo, que convirtió al instituto en Escuela Superior. Y a principios de 1965, consecuentemente con esta decisión, las autoridades universitarias designaron por el voto unánime de los integrantes del cuerpo, Director de la Escuela Superior de Periodismo al Dr.Pascual Cafasso.

En 1966, se resolvió por primera vez crear un Consejo Asesor, que se integró con profesores, estudiantes y graduados. 

El 16 de junio de ese mismo año, se  colocó al Aula Magna de la Escuela el nombre del Dr. Manuel Eliçabe, como homenaje a su memoria y, el 26 de agosto, se dispuso la publicación de un volumen en recordación del Dr.Luis C.Caggiano, destacado jurista y ex profesor de la casa.

También durante la gestión del Dr.Cafasso la Escuela impuso el nombre del Dr. Francisco León Barreto a la Biblioteca del establecimiento y el de Mario Sciocco, al aula taller gráfico.En esa oportunidad apareció el periódico “El Iniciador”, hecho por los alumnos.

Finalizada la dirección del Dr.Cafasso lo sucedieron entre otros al frente de la Escuela.el Dr.Enrique García Urcola, el Dr.Ataúlfo Pérez Aznar, los profesores Juan José Mauro, Daniel Pabón y el profesor y licenciado Carlos Bustamante, uno de los más recordados graduados de la Escuela y “hermano cisespalino”, que cumplió su gestión durante el inicio  del período democrático del país.

Quien esto escribe tuvo el honor y la alegría de participar tras el concurso de una cátedra, de la etapa de docencia que inauguró la Democracia. Para ello fue de especial importancia la posibilidad que nos brindó el CIESPAL y que nos otorgó el diploma de pos grado de “Especialista en Medios de comunicación Colectiva”. El CIESPAL depende de la UNESCO y tiene su centro de enseñanza en Quito, Ecuador,para los periodistas de América Latina, graduados en institutos de Periodismo o Comunicación, con cinco años de experiencia profesional y méritos docentes en la materia. A este Centro estuvo vinculada la Escuela Superior de Periodismo, que tenía derecho a presentar anualmente un candidato graduado para optar a una beca de ese Centro internacional, con profesores de primer nivel de América y Europa.

Honrar, honra

He preferido concluir mi investigación con mi época de docencia en la Cátedra de Teoría y Técnica del Periodismo Impreso I, sobre la que puedo dar fe y que concluí en 1987, pues no suelo escribir sobre lo que no conozco o no he vivido .Solamente me ha movido a “reescribir” (o “refritar”) este trabajo, el observar como el olvido ha tapado lo que en muchos años fuera motivo de orgullo y satisfacción de una pléyade de periodistas platenses : la maravillosa aventura de los pioneros del Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires y su visionaria tarea para crear aquella Escuela de Periodismo que hoy, quienes concurrimos a sus aulas, nos vemos en el deber de rendir homenaje, pues como decía José Martí “Honrar, honra”.

                                                      Lic.Elsa Cristina Bustos

La autora

La autora se graduó en la Escuela Superior de Periodismo en 1965, con tesis final sobre “La Prensa y el Vaticano” Fue profesora en la citada Escuela (UNLP) y en la Universidad Católica de La Plata. Tesis de graduación publicada por recomendación del Tribunal Especial que la calificó, por la UNLP.

Tuvo beca del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, para el Curso sobre “Legislación de Prensa”, cumplido en la Universidad Menéndez-Pelayo, de Santander, España (1966).

Beca de Aktion Adveniat (Alemania) para el Curso de CIESPAL (1973). Diploma de Especialista en Medios de Comunicación Colectiva. Quito, Ecuador. Tesis final sobre “La problemática jurídica de la Prensa en América Latica y su proyección en Argentina”.

Ha sido periodista profesional en medios privados nacionales y extranjeros así como en la Secretaría de Prensa de la  Gobernación de la Provincia de Buenos Aires.

Ha asesorado a numerosas instituciones del ámbito privado y posee publicaciones de su especialidad.

Ha recibido premios periodísticos y literarios de entidades nacionales y extranjeras.

Colaboró con medios periodísticos de Argentina, Uruguay, Brasil y México.

Invitada a dictar cursos de capacitación sobre su especialidad en los países mencionados.