El fallecimiento de Marisa Álvarez enluta al Círculo de Periodistas

 

 

El fallecimiento de Marisa Álvarez enluta al Círculo de Periodistas

marisa1.jpg

Hasta abril de este año y con la salud ya quebrantada, Marisa Álvarez ejerció la presidencia del Círculo de Periodistas de la Provincia de Buenos Aires durante dos períodos consecutivos, el primero de ellos entre abril de 2010 y el mismo mes de 2012, oportunidad en la que fue reelecta para un segundo mandato. Falleció el 21 de agosto último en La Plata.

Marisa manejó con extrema pulcritud y gran acierto la crisis que por inexplicables cuestiones jurídicas terminó impactando sobre el Círculo de Periodistas. Condujo la entidad con prudencia en circunstancias extremadamente difíciles, las que quedaron atrás gracias a su decidido e inteligente obrar.

Integró varias comisiones directivas de la institución, siempre aportando a la entidad desde su laboriosidad y humildad.

Su fallecimiento ha sido para el Círculo de Periodistas una grave pérdida, sin dudas la mayor de estos últimos años.

Los rasgos distintivos de la personalidad de la carismática y entrañable periodista fallecida fueron puestos de relieve en al artículo necrológico publicado `por el diario EL DIA el 23 de agosto, el cual reproducimos a continuación.

“Con Marisa Alvarez se fue una gran periodista, una profesional íntegra y una mujer de valores inquebrantables y extraordinaria generosidad. Murió a los 61 años. Había elegido a La Plata como su lugar de pertenencia y asumió el periodismo como un compromiso ético. Ingresó a EL DIA cuando era muy joven y forjó en su Redacción una carrera brillante.

Empezó como cronista y llegó a ocupar durante décadas la prosecretaría general de Redacción. Fue jefa de las secciones de Política y Economía. Pero no creía en las jerarquías sino en los valores de un oficio que ejerció con pasión, con inmensa dedicación y con una obsesiva preocupación por el rigor. Siempre buscaba entender para explicar. Con casi cuarenta años de ininterrumpido ejercicio profesional, mantenía intactas la capacidad de asombro, la curiosidad y la preocupación por documentarse de un modo exhaustivo y riguroso para abordar cualquier tema.

Para escribir tenía el estilo transparente de los periodistas clásicos. Un estilo limpio, que no vacilaba, porque siempre lo sostenía con una sólida base informativa. Un estilo de pocas mayúsculas, para no estorbar la lectura, que había aprendido de los viejos maestros que poblaban la redacción de EL DIA cuando ella ingresó, como Ricardo West Ocampo, Carlos Fragueiro o Juan Francisco Lagomarsino, a quienes consultaba aún después de haberse afianzado muy pronto, ella también, como una voz autorizada. Pero asimismo, ya en su rol de secretaria de redacción, Marisa ponía el mayor empeño en corregir sus propias notas y las que le entregaban los cronistas, dedicándoles el tiempo que hubiera -y el que no hubiera también- a buscar las palabras precisas y a desechar las que podían sobrar.

No transigía con ningún texto que no resultara irreprochable y, en muchas ocasiones, casi como una escultora obsesiva, buscaba que la forma y el fondo del asunto armonizaran. Fue tan certera cuando escribía como cuando corregía los textos. Por eso fue, también, maestra de periodistas. Hija de un matrimonio de humildes inmigrantes asturianos, llegó a La Plata en los difíciles años setenta para estudiar Letras y luego Periodismo en la Universidad Nacional. Se quedó para siempre. Y por su propios méritos forjó una carrera periodística que le valió el respeto y el reconocimiento de sus colegas y de quienes, de un lado o de otro, la trataron en su rol profesional. Parte de ese reconocimiento se plasmó en su elección como presidenta del Círculo de Periodistas de la Provincia, cargo que ejerció hasta este mismo año.

Había nacido el 25 de julio de 1953 en Trevelin (provincia de Chubut), una localidad patagónica a la que habían llegados sus padres, José y Leonides, huyendo de los horrores de la Guerra Civil española. Vivió allí unos pocos años pero siempre mantuvo un entrañable recuerdo de aquel paisaje inhóspito y helado en el que había nacido.

Luego se mudó con su familia a Castelar hasta que llegó a La Plata para su etapa universitaria. Sentía un profundo orgullo por sus padres que, con inmenso sacrificio, habían logrado que su hija mayor llegara a la Universidad. De ellos recibió el legado del trabajo decente y esforzado, de una conducta recta y sin dobleces. Conoció el mundo como periodista. Cubrió decenas de giras presidenciales, foros económicos internacionales y cumbres de líderes mundiales. Viajó a Rusia, a Japón, a China… Y aquellas experiencias enriquecieron su mirada y su lúcida perspectiva sobre la realidad. Pero fue, de alguna forma, “la periodista de la Provincia”. Se especializó en la política y la economía bonaerenses.

Conocía con precisión los números, las normas y las peculiaridades de sistema institucional de la Provincia. Sus columnas dominicales fueron, durante años, una referencia ineludible para comprender la coyuntura bonaerense. Al despedir ayer sus restos, el director de EL DIA, Raúl Kraiselburd, destacó las virtudes de la tolerancia, la lealtad a valores y principios, así como la generosidad de Marisa en su trayectoria profesional. “En las peores circunstancias que atravesó el país y en su propia vida, tuvo una extraordinaria entereza para sostenerse y dar vigencia plena a los valores que hizo propios”, destacó Kraiselburd. Y resaltó que “ha muerto una gran persona que deseaba prestar un servicio a la sociedad y que sobresalió por su actitud solidaria y el esfuerzo por comprender al prójimo”.

Observadora aguda y ecuánime, Marisa sabía “leer” la realidad con singular inteligencia pero, a la vez, con una especial sensibilidad. Tenía convicciones firmes, pero razonaba sin rigideces ni prejuicios. Hacía siempre el esfuerzo de mirar cualquier asunto en todos sus matices y a través de las distintas aristas que pudiera tener. No caía en la tentación de las simplificaciones ligeras. Por eso su aporte profesional siempre resultaba destacado y valioso. Pero ese mismo ejercicio hacía en su vida personal.

Fue una mujer siempre dispuesta a escuchar, a comprender, a acompañar con actitud solidaria. Antes de juzgar al otro se ponía en su lugar. Lo hacía con sus sobrinos, por los que sentía devoción, con sus amigos, pero también con un desconocido que llegaba a su escritorio de la Redacción a plantear una inquietud, un reclamo o un conflicto. Se ocupaba con el mismo interés y la misma dedicación de los grandes temas de la política y la economía como del pequeño reclamo de un vecino o una humilde entidad barrial.

Fue una cabal exponente de aquella escuela periodística que pone el eje de su tarea en el interés del ciudadano. Siempre atenta a las cuestiones políticas y económicas, no descuidaba -sin embargo- otros focos de interés. Era una apasionada hincha de San Lorenzo; una lectora constante de los autores y géneros más variados y una atenta “estudiosa” de la literatura argentina. Con Marisa se fue, en definitiva, una profesional notable pero, por encima de ello, una mujer íntegra, de una conducta y una ética irreprochables.

Pero no se va del todo: deja un ejemplo de lealtad; de lealtad al periodismo bien hecho. Innumerables muestras de pesar y condolencias fueron recibidas ayer en la Redacción de EL DIA. Sus restos fueron cremados en el Cementerio Parque Iraola”.