LA BOMBA ATÓMICA ARGENTINA.
(Engaño y/o punto de partida.)
Por: Ricardo Jaén
“Se trata de encender soles artificiales en la tierra.” (Juan Domingo Perón. Presidente. 1949)
“…lo que los norteamericanos consiguen en el momento de la explosión con su bomba de Hidrógeno, en la Argentina ha sido efectuado ya en los laboratorios y bajo control.” (Ronald Richter. Doctor en Física, Universidad Carolina de Praga. 1951)
“La investigación es una disciplina que se aprende al lado de aquel que sabe hacerlo.” (José Antonio Balseiro. Doctor en Física, Universidad Nacional de La Plata. Reportaje en la revista TIME. 1960)
Los caprichos del destino y como es habitual en estas crónicas, nuestra curiosidad, también nos remiten a una carta fechada el 2 de agosto de 1939 en Peconic, Long Island (EEUU) cuya escritura era el producto de la charla entre dos viejos amigos, Albert Einstein y Leó Szilard. Ambos físicos, ambos exiliados en Norteamérica, ambos judíos que habían escapado a la persecución nazi o, lo que era peor, a la obligación de trabajar para ellos.
El emisario de ésta fue Alex Sachs, economista de Lehman Brothers, quien era amigo personal del destinatario: Franklin D. Roosevelt.
En ella, Einstein explicaba la posibilidad de que se use uranio para hacer bombas “extremadamente poderosas” en un futuro inmediato. Un dato no menor era que los alemanes habían conseguido la fisión del uranio y la reciente anexión de Checoslovaquia les aseguraba grandes cantidades de este material.
Dos puntos centrales eran demandados en la misiva: Estados Unidos debía asegurarse el suministro de uranio y acelerar la investigación nuclear. Diez días después nacía el llamado Comité Briggs, considerado el germen del proyecto MANHATTAN que desarrolló la bomba atómica.
Será por esta carta que Einstein fue considerado uno de los padres de la bomba. Esta situación lo amargaba profundamente siendo él un convencido pacifista. Por otra parte tal afirmación no era cierta, no sólo porque no participó en el proyecto (sólo le
pidieron que resolviera un problema en 1941, cuestión que le ocupó sólo dos días) sino que además estaba vetado por Edgar Hoover (FBI) quien lo consideraba filo comunista.
Finalmente, en una de las acciones más discutidas de la guerra, el 6 de agosto de 1945 estalla la bomba atómica en Hiroshima y tres días después en Nagasaki. Truman anunciará al mundo el comienzo de la era y el terror nuclear con estas palabras: “Esta bomba tiene el poder de 20.000 toneladas de TNT…hemos gastado más de 2.000 millones de dólares… y hemos ganado.”
El 25 de diciembre de 1947 el Mayor Gallardo Valdez, agregado militar en Estocolmo, recibe la orden de viajar a Oslo con la misión de trasladar personalmente a la Argentina a tres hombres a través de la llamada “Comisión Peralta” integrada por Juan Duarte y Alberto Dodero que tenía el objetivo de “facilitar la llegada a nuestro país de aquellos hombres que podían prestar importantes servicios a la patria”.
Uno de esos hombres será Kurt Tank llegado al país en 1948 bajo el nombre de Pedro Jorge Matías quien será el artífice de la creación y diseño de uno de los cazas más avanzados del mundo, el Pulqui II, que el 9 de febrero de 1951 fue presentado al público en el Aeroparque de Buenos Aires.
Precisamente él será quien introducirá ante Perón a su gran amigo, el físico austríaco Ronald Richter, quien también había sido beneficiario de la Comisión Peralta que se ocupó de su traslado de París a Buenos Aires adonde arribó el 24 de agosto de 1948.
Sin antecedentes académicos relevantes comprobables, tenía una personalidad fascinante y un discurso, que el científico argentino Mario Mariscotti autor del libro “El secreto atómico de Huemul” describe de la siguiente manera “…habla como si fuera el Papa”.
En su primera reunión con Perón y el Brigadier Mayor César Ojeda se muestra tremendamente convincente y empatiza enseguida con el entonces presidente. Su proyecto era lograr la fusión nuclear controlada para generar energía en base a un plan propio que ahorraría al país millones de dólares. Consigue entonces el apoyo necesario para que “con fondos reservados” se empezaran a financiar sus investigaciones destinándole un espacio al efecto en Villa del Lago en la provincia de Córdoba.
Un misterioso incendio en sus laboratorios, cuyas causas nunca fueron desentrañadas, su insistencia en la creación de un organismo para la investigación nuclear más ciertos relatos de espías y sabotajes, llevan a que Perón autorice la búsqueda de un lugar independiente para desarrollar el proyecto que tomará el nombre de la isla elegida a 60 km de Bariloche: HUEMUL.
La que en teoría iba a ser la primera planta nuclear argentina ya necesitaba de formalismos institucionales que además pudieran justificar el importante presupuesto que para la época se destino a su construcción. Es así que el 31 de mayo de 1950 por decreto
Número 10.936 se crea la Comisión Nacional de Energía Atómica. El General Juan Domingo Perón será su primer presidente y el coronel Enrique P. González el Secretario General.
Se montó una logística que permitiera desde trasladar las bolsas de cemento a Bariloche y desde allí a la isla hasta conseguir instrumentos de altísima precisión en Europa por vías en general no oficiales. Holanda se convirtió en un gran proveedor en general y la empresa Philips en particular, actuando varias veces como intermediaria o en procesos de triangulación. Fabricaciones Militares, el Ejército y la Fuerza Aérea desarrollaron una intensa actividad y fueron los grandes protagonistas en la ingeniería civil y transporte de insumos.
Ya a comienzos de 1951 había más de 400 personas trabajando en el complejo además del personal de Gendarmería Nacional que tenía a su cargo la seguridad de la isla a las órdenes de Richter por delegación directa del Presidente de La Nación.
Lo que siempre llamó la atención fue el total divorcio del físico austriaco con sus colegas de las universidades argentinas y la ausencia de intercambio académico con otros centros de investigación nacionales e internacionales. Su argumento favorito era “que había mantener el secreto” y que cuanto menos supieran era tanto mejor.
Casi imprevistamente y después de una inversión oficial de más de 66 millones de pesos, que al cambio de esa época eran aproximadamente unos 15 millones de dólares, cifra a todas luces exigua dada la magnitud del proyecto, el 24 de marzo de 1951 a media mañana de un sábado, cuando en el mundo el general MacArthur ordenaba en la guerra de Corea el cruce del paralelo 38 y se conocían sus declaraciones acerca de un posible bombardeo nuclear a China, en una conferencia de prensa ante sorprendidos periodistas Perón leyó un escueto mensaje: “que en la planta atómica de la isla Huemul se habían logrado reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica.”
A continuación, el presidente explicó que Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia habían seguido el camino de la fisión nuclear de elementos pesados, en cambio, la Argentina eligió el riesgo de crear un camino nuevo mucho menos costoso y con ensayos previos exitosos como los que se realizaron en la planta piloto instalada en la isla Huemul alcanzando el objetivo propuesto.
Luego habló Richter, quien agregó “… tengo interés en afirmar que esto no es una copia del extranjero. Es un proyecto completamente argentino.”
Noticias Gráficas alcanzó a incluir el anuncio en su sexta edición: ´”Provocó sensación el anuncio de que el país tiene la atómica.”
El domingo, La Razón tituló: “La Argentina ha logrado producir energía atómica.”
The New York Times incluyó en una columna de primera plana: “Perón anuncia una nueva forma de extraer energía del átomo.”
The Time también menciona en nota de primera plana: “Energía atómica barata a través de un proceso original, según el presidente Perón.”
La Agencia France Presse en extenso artículo se pregunta “… si eventualmente la Argentina no lograría romper a su favor el equilibrio de fuerzas en el cono sur.”
Luego de este anuncio y una vez pasada la euforia, todas las noticias que llegaron de la isla y del científico austríaco a la Casa de Gobierno eran al menos confusas en cuanto a “los progresos” del proyecto y definitivamente preocupantes en cuanto a las actitudes personales del científico que denunciaba permanentes conspiraciones y ataques a su accionar.
Perón se empieza a desentender. Hay problemas más urgentes y 1952 amenaza con ser un mal año. En agosto, en una reunión reservada, el Presidente le ofrece al Capitán de Fragata Pedro Iraolagoitia que se haga cargo de la CNEA, inaugurando así una tradición en la Marina de Guerra que desde ese momento y hasta la restauración democrática de 1983, estuvo involucrada directamente en su desarrollo. El capitán Iraolagoitía debía resolver el tema Richter. Ese mismo mes en un operativo conjunto con fuerzas del Ejército se neutraliza a la gendarmería y la Armada interviene la isla desalojando a Richter y poniendo fin a una aventura propia de la inmediata pos guerra.
En septiembre desembarca en Huemul la Comisión Fiscalizadora del proyecto. La integran: José Balseiro, Mario Bancora, Manuel Beninson, Otto Gamba y Juan Bussolini. En apretada síntesis el informe señala: “…las afirmaciones del Doctor Richter no corresponden a hechos comprobados con criterio científico” (…) “no había ningún dispositivo que pudiera generar o contener una reacción termonuclear controlada” (…) no existía ningún tipo de escrito académico” (…) “no había publicaciones científicas del proyecto”.
Aún así, José Antonio Balseiro y sus colegas Gaviola y Báncora coincidieron que esta “desafortunada experiencia” tenía algo muy positivo que era la necesidad de formar científicos y tecnología en la Argentina para lo cual propusieron el proyecto de formar físicos del más alto nivel internacional.
A fines de 1952, Balseiro fue designado director del Instituto de Física de la Universidad de Buenos Aires y desde allí organizó los muy afamados cursos de verano del actual Centro Atómico Bariloche durante 1954 y 1955. Precisamente en 1955 se instaló definitivamente en Bariloche y utilizando parte de las instalaciones del Proyecto Huemul, la CNEA creó, en conjunto con la Universidad de Cuyo, el Instituto de Física de Bariloche (Hoy Instituto Balseiro). A los 39 años fue designado director del Centro Atómico y a su temprana muerte en 1962, la Argentina ya lideraba ampliamente las investigaciones en
tecnología nuclear en el cono sur y hoy es uno de los muy pocos países que construye y exporta reactores nucleares.
Richter vivió hasta 1991 en Monte Grande, Provincia de Buenos Aires, en una humilde casa que le cedió el gobierno luego de su expulsión. Está claro que su estafa no perseguía fines económicos, quizás tuvo una mirada del futuro que no sabía plasmar, pero tal vez, sólo tal vez, construyó el ambiente para quienes sí sabían, se habían formado y estaban dispuestos a trabajar.
@r_jaen