PERÓN Y EL ODESSA CRIOLLO. MITOS Y VERDADES

 julio 17, 2020

Por: Ricardo Jaén.

En su espléndida novela “La misteriosa llama de la reina Loana”, Umberto Eco nos habla de su protagonista, un hombre de 60 años quien como producto de un accidente ha perdido la memoria personal ligada a sus emociones e intentará recuperarla en la casa de su infancia en un desván en que están guardados los libros, cuadernos de la escuela, los comics, los discos, recortes de periódicos y los programas de cine de las películas favoritas de su primera etapa de vida.

Con todos “esos documentos” a disposición toma su cuaderno de segundo grado y con gran sorpresa encuentra una nota de sus padres de adhesión a Mussolini; sorprendido, revisa otro cuaderno de un año superior y vuelve a encontrar adhesiones similares e inclusive más “militantes”. Su inmediata conclusión fue que sus padres al menos simpatizaban con el fascismo. Su teoría se derrumba cuando su mujer le cuenta que sus padres eran socialistas y que accedían a esas “proclamas o versos laudatorios” para no perjudicarlo en el estricto régimen persecutorio de enseñanza que había instaurado el dictador italiano. Los documentos eran reales, pero le faltaban el contexto y las verdaderas intenciones de aquellos actores, que en este caso termina resolviendo la historia oral

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Me pareció oportuno este recuerdo, porque esta crónica con su siempre caprichosa visión, abordará un tema que está repleto de documentos verdaderos, falsos, hechos a medida, con interpretaciones que ignoran el contexto parcial o totalmente y casi siempre inspirados en intereses particulares.

Ya a fines del año de 1944, con una guerra totalmente decidida a favor de los aliados, miles de científicos, técnicos, burócratas especialistas en áreas tan sensibles como inteligencia o logística, criminales responsables de crímenes horrorosos y todo aquel que presentía que tenía “algo” del régimen

nazi para ofrecer, comenzaron una diáspora que se fue intensificando hasta “el sálvese quien pueda”.

La mayoría de los países occidentales y también la URSS trataron de “pescar” las mejores piezas en este revuelo y cada uno organizó algún tipo de estructura disfrazada dentro del estado con la misión de facilitar la llegada e inserción del fulano en cuestión.

Otra cosa muy distinta fue la organización ODESSA.

Hay suposiciones bastante bien sustentadas que opinan que la misma fue una creación de Heinrich Himmler y otras también con muy buenos fundamentos que sostienen que nunca existió como organización articulada y con objetivos claros como planificar y ejecutar el escape de las principales cabezas políticas del nazismo más una enorme maniobra de lavado de dinero (que ya hemos abordado en estas crónicas) que debía hacer sustentable estas operaciones.

Estos últimos creen que la novela de Frederick Forsyth (1972) “El expediente Odessa” es la que finalmente articula en su ficción literaria teñida de hechos reales, la tal Odessa.

Lo cierto es que si existió, se ocupó de los grandes: Martin Bormann, Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke o Klaus Barbie por citar algunos ejemplos.

En Sudamérica se la vinculó siempre a tres países que comparten frontera: Argentina, Brasil y Paraguay dentro de un territorio muy preciso que hace relativamente poco tiempo fue motivo de una investigación arqueológica por la UBA/Conicet (“Arqueología de un refugio nazi en la Argentina-Teyú Cuaré”, Daniel Schávelzon y Ana Igarreta, Editorial Paidós) y que permite pensar en una verdadera organización detrás de esa construcción y de cierto grado de connivencia con algún tipo de organismo oficial.

Descubierta en 1999 como producto “turístico”, se encuentra oculta entre dos acantilados, no puede ser vista aún usando el Google Earth por la solidez y sofisticación del bunker con paredes de casi tres metros de espesor. Contaba con un salón comedor, dos dormitorios, depósito, cocina, baño con bañadera de azulejos, cañería de hierro e instalaciones para agua fría y

caliente. Esta estructura más los objetos allí encontrados muestran claramente que tenía el diseño de una vivienda refugio con detalles para costumbres refinadas. También se hallaron monedas acuñadas entre 1938 y 1942 de distintos países, algún recorte periodístico del diario La Prensa de 1932, vajilla de porcelana y fotos de Hitler.

La leyenda del lugar sostiene que fue el hogar refugio de Bormann pero que en realidad, como cita Alfredo Serra en su nota sobre el tema (Infobae), la fortaleza inexpugnable fue diseñada para el Führer que, por supuesto, nunca usó.

Lo cierto es que salvo esa curiosa construcción no se encuentran pruebas o documentos sobre la existencia formal de la organización operando en connivencia con el gobierno de Perón, salvo las fabricadas por el gobierno de los EEUU cuando, terminada la guerra y hasta 1947, se replantea la relación de enfrentamiento a la de aliado de segundo orden.

Es Washington quien en el período que va desde 1943 a 1947, pone la luz sobre figuras y episodios, la mayoría reales, pero dándole un carácter de verdadera organización en la Argentina con apoyo del gobierno peronista, proyectando hacia el resto del mundo un especie de “antro y protección de los criminales nazis” y ni siquiera descartaban al propio Hitler viviendo en una lejana cabaña en Bariloche. Sacaban así del paisaje a su gran aliado en América del Sur, Brasil, país que curiosamente sí figura como “paraíso” futuro en documentos oficiales nazis en donde aparece la propia opinión de Hitler en ese sentido. No existe en cambio mención de él sobre Argentina. Siempre se refiere a Brasil o en su defecto a Sudamérica.

Veamos entonces qué es lo que arma en realidad Perón para capturar para sí lo que la Alemania nazi dejaba en su caída en “recurso humano” interesante, no por ideología sino por lo que podían aportar casi en su totalidad desde el punto de vista técnico o científico.

Sólo para recordar el contexto, cinco años antes, en 1940, la prensa nacional, salvo el diario de Natalio Botana “CRÍTICA” que desde el principio descreyó de la propaganda nazi, tenía posiciones tanto editoriales como de artículos firmados que hoy serían escandalosos.

“LA RAZÓN” ese año recién comenzó a dejar su claro discurso antisemita para empezar a criticar al gobierno nazi.

“LA NACION”, si bien siempre catalogó al régimen nazi de dictadura, no cuestionó sus políticas racistas y antisemitas hasta finales de 1938. Cuando estalló la guerra, tuvo siempre palabras laudatorias para Mussolini como el hombre que traería la paz a Europa. Recién a fines de 1940 adoptó una línea clara de denuncia al totalitarismo.

“LA PRENSA” ciertamente desde el comienzo cuestionó fuertemente la llegada de Hitler al poder, pero con el tiempo comenzaron a aparecer artículos que destacan los esfuerzos del gobierno nazi en su lucha contra el comunismo y la efectividad de las políticas sociales. También, como los demás, será en el comienzo de la década del 40 cuando se volverá severamente crítico con el gobierno alemán no así con el Duce italiano en quien depositaba también esperanzas en cuanto a su rol de “pacifista”.

Estas citas no son a manera de denuncia, por el contrario tratan de explicar lo que era el nazismo en su contexto de época. Las atrocidades aparecerán claramente una vez terminada la guerra bajo el paraguas de que había que “recuperar al pueblo alemán” para la lucha contra el comunismo.

Por lo tanto, la denuncia de los campos de concentración y el juicio de Nuremberg tuvieron un principio y un final por “las nuevas exigencias del mundo bipolar”. Recién a mediados de la década del 60, los documentales que consiguen liberar material de censura de guerra, el cine, la literatura y la masividad de la televisión convertirán en globales las imágenes del plan de exterminio ejecutado por Heinrich Himmler.

Ahora bien, veamos cómo estaba estructurado “el Odessa criollo” organizado por Perón en su presidencia que no distaba mucho de la que tenían la mayoría de los países, sólo que era mucho más precario y tenía por objetivo reclutar lo que las potencias (EEUU, URSS, Inglaterra, Francia) descartaban porque tenían “mejores opciones”.

Se habían armado tres estructuras que funcionaron con cierta coordinación hasta fines de 1947 cuando a partir de la nueva política entre

EEUU y Argentina, Perón decidió desactivarlas gradualmente: La Dirección de Inmigraciones, el grupo de allegados y las oficinas de presidencia.

En la primera, el hombre responsable era Santiago Peralta, maestro de profesión, se desempeñaba como Inspector General de Escuelas y en la década del 20 se doctoró en Antropología en la UBA. De fuerte militancia yrigoyenista sufre un “destierro” en la década del 30 en Alemania, donde trabaja en la Universidad de Berlín y también forma parte del Instituto Iberoamericano del Tercer Reich. A su vuelta en los años 40 adscribió al nacionalismo vernáculo. En 1945 es nombrado, a propuesta del General Felipe Urdapilleta, Ministro del Interior del gobierno del General Farell, en la Jefatura de la Dirección de Inmigración. Confirmado en 1946 se le encarga la creación del Instituto Étnico Nacional.

El grupo de allegados tenía en Juan Carlos Goyeneche uno de sus principales actores. Entusiasmado con las dictaduras europeas y fuertemente ligado a los grupos nacionalistas católicos, aprovechó su cargo de Agregado Cultural en Madrid (1942) para reunirse con Franco, Mussolini, Salazar y Laval. Pero no llegó nunca a Hitler sólo a Ribbentrop y Himmler. Su principal problema para relacionarse fuertemente con el nazismo era lo ateo de ese movimiento y la forma despectiva y también persecutoria que el mismo tenía sobre los católicos y el Vaticano. El “Bebe” como se lo conocía, menciona en varios informes que, en su reunión con Himmler, éste le decía que no encontraba diferencia en el discurso que en su pueblo daba el cura con el del dirigente comunista. (Este personaje termina siendo comando civil durante la autodenominada revolución libertadora como consecuencia del rompimiento de Perón con el Vaticano y durante breve tiempo Secretario de Prensa del gobierno de facto)

También participaban de este grupo: Pierre Daye, belga, colaboracionista con los nazis durante la guerra, Jacques Marie de Mahieu, antropólogo francés también colaboracionista con las fuerzas de ocupación, Branko Benzon, croata, médico, que terminó siendo por un tiempo médico personal de Perón.

Las aquí llamadas Oficinas de Presidencia, por su ubicación dentro de la Casa de Gobierno, eran comandadas por Juan Duarte, hermano de Evita, y

Francisco Dodero, empresario naviero, y coordinadas por Rodolfo Freude, conocido como ´´Rudi´´, hijo del empresario Ludwig Freude amigo del Presidente, quien lo había refugiado en su casa de verano en una isla del Tigre cuando fue destituido de sus cargos en el gobierno de Farrell.

Finalmente, el nexo entre Migraciones, allegados y la oficina de Freude, estaba a cargo de Carlos Horst Fuldner, un argentino/germano quien había participado en la guerra con el grado de Capitán de las SS y a su vuelta fundó la empresa CAPRI (Compañía Argentina para Proyectos y Realizaciones Industriales).

Si tuviéramos que evaluar los resultados hasta 1948, en que dejó de funcionar coordinadamente, la más beneficiada fue la Fuerza Aérea que con la inclusión de Kurt Tank y numerosos pilotos, técnicos y ex oficiales de la Luftwaffe, la convirtieron en poco tiempo en la fuerza más poderosa de América Latina.

El resto, con el proyecto Huemul y Richter adentro, no prosperaron en sus propósitos originales y lo que quizás sí ocurrió, pero de manera natural fue la incorporación de mano de obra técnica muy calificada como producto de la inmigración natural que la Argentina recibió una vez terminada la guerra.

Posiblemente algunos de los protagonistas citados hayan participado con grupos locales en apoyatura de criminales de guerra famosos como Mengele o Eichmann en su paso por el país o su instalación en él y queda claro también que no había interés del gobierno en perseguirlos aunque desde 1947 tampoco ningún gobierno occidental lo tenía.

@r_jaen