Día: 1 noviembre, 2017

EL CASO MALDONADO Y UN NUEVO PERFIL

 

Por Martín López Lastra (*)

La tragedia en el caso del joven Santiago Maldonado dejó a todos consternados porque tuvo el final más inesperado.

Mucho se ha debatido sobre el operativo que derivó en el desenlace fatal. También sobre cómo se puso en agenda la situación de los pueblos originarios y sus demandas pendientes sobre territorialidad.  Esos debates se hacen en nivel político, sin que se alcancen hasta ahora fructíferos consensos.

En simultáneo, asoma la posibilidad de ver nuevos modos en la Justicia que bien valen la pena resaltar y que escapan al universo estricto de lo jurídico.  Y sobre todo, de lo concebido como “tradicional”.

Las últimas semanas relativas a la instrucción judicial del caso advirtieron sobre esas nuevas modalidades.

En la actuación del Juez Gustavo LLeral, pudo observarse una síntesis de transparencia, control y rupturas con lo tradicional.  Para muestreo, tomemos la breve etapa que va desde poco antes del operativo de hallazgo del cuerpo hasta que finalizó la autopsia.

En esos días se apreció un claro ejemplo de relaciones con la comunidad en el cual el juez – aún pudiendo ejercer en plenitud sus facultades otorgadas por el imperio de la ley y la Constitución-,  prefirió atender cuestiones culturales y afectivas de los destinatarios inmediatos de su accionar.

Con humildad, el juez “acató” las “condiciones” para tal operativo y esto fue lo llamativo y que invoca a una cuestión de ruptura con lo tradicional que incluso, no tuvo cuestionamiento de pares, de partes del caso,  ni de superiores en el mundo judicial.

Transparencia y control también relucieron notablemente en el estilo de la instrucción.  Si bien no debería sorprender que tales condiciones y valores son necesarios e inseparables de un estilo republicano, sorprendió gratamente su desarrollo en este caso.

Para este caso parece sobreabundante que se intente demostrar que el control  registró notable cumplimiento como ocurrió con la presencia de peritos de todas las partes en la autopsia realizada en la Corte Suprema de la Nación.  Algo que debiera ser rutinario y normal se destacó también por la practicidad para establecer la instrumentación de ese paso procesal.

La transparencia va ligada a la capacidad del magistrado de administrar la información que debe ser compartida con la comunidad. Se demuestra gestión durante la instrucción hablando a la sociedad a través de los medios, descartando cuestiones meramente secundarias y frívolas para el contexto como puede ser alguna nota exclusiva o un móvil.  Hablar una sola vez y a través de las guardias periodísticas en general fue la veta de transparencia seleccionada, oportuna y disponible.

La tríada conformada por transparencia, control y relaciones con la comunidad depara la posibilidad de observar, a través de un caso, un nuevo ejercicio de magistratura que tiene que ver con un modelo acorde al siglo 21 y a una nueva mentalidad, tal vez desprendida de aquellas conclusiones relacionadas con últimas ediciones de la Conferencia Nacional de Jueces o distintos encuentros donde se analizan alternativas de vinculación entre Justicia y comunidad.

Pero tal conclusión parece instalarse en relación ya no con un modelo perdurable, sino para ocasiones especiales como son los llamados “casos de agenda” o de alto impacto en la opinión pública que, con fuerte expectativa, aguarda una construcción de verosimilitud y legitimidad con que se va a administrar justicia.

En ese sentido, sabido es que dese hace unos años se estudia cómo el caso judicial puede ser blanco de fuertes debates impulsados por expertos del juicio paralelo, periodistas de alto reconocimiento y sujetos colectivos con fuerte interés en determinada resolución de la causa.  Son los denominados “portavoces” (opinadores) y “newsmakers” (fuentes destacadas), que bien se citan en los denominados procesos de construcción de agenda en los medios.

Este nuevo contexto impone así ciertas adaptaciones que la justicia viene estudiando y analizando para que casos como este no sorprenda a desprevenidos.  Y coloca en una suerte de status superior al promedio al Juez que le toque este tipo de causas.  Obligándolo a una ruptura con lo tradicional del campo jurídico.  Situando al magistrado, tal cual lo describió hace unos años, el sociólogo Oscar Landi como el necesario ordenador de la sociedad y como portador de  la última palabra que debe ser aceptada como legítima en un universo de  conflictividades.

(*) PERIODISTA Y DOCTOR EN COMUNICACIÓN (UNLP)

El exorcismo de Julio César Guianze

Como si avanzara en su escritura con los ojos vendados, las imágenes que recorren la cabeza del autor sólo pueden dejar de molestar cuando las escribe. Guianze lo sabe: escribir “es una forma de salvarme de mí, después lo que el lector haga con esas historias no me genera ningún tipo de curiosidad, me vivo sacando esos mundos, esos antros” dice. Por eso, para el autor de «Menú de guerra», escribir es un exorcismo. Y leerlo, también.

Periodista y escritor argentino, Julio César Guianze se refugió en la quietud de un pueblo costero uruguayo, dejó atrás miedos y viejas inseguridades para dedicarse a exorcizar historias y transformarlas en relatos frescos, crudos y honestos. Leer a Guianze es entrar en un mundo de cruda realidad. Su escritura, filosa y ágil, relata a lo largo de treinta cuentos las historias de lo que ocurre cuando nadie nos mira, las escamas que tenemos bajo la piel. Menú de Guerra es un libro cargado de inseguridades, política y sexualidad. El autor trabajó como comunicador político, periodista y agente de prensa, moviéndose en los pasillos del trasfondo político, escuchando detrás del telón y diseccionando historias. Su propia evolución queda plasmada en el libro: uno de los cuentos menciona su sorpresa al descubrir un cáncer que invade su garganta. Esa experiencia fue el punto de partida de relatos cargados por las emociones de quien supo meterse en la guerra con la escritura, consigo mismo, y salió fortalecido.
–¿Cómo es el salto de una persona que era agente de prensa a ser un escritor? 
–Yo escribo desde muy chico. Lo primero que escribí eran las cartas de amor de mis compañeros en la escuela: un compañero estaba enamorado de una chica y las cartas se las escribía yo. Tuve una infancia precoz, afectada por unos test que me habían hecho cuando era chico: dividía y hacía ecuaciones a los 6 años, tenía una cabeza muy curiosa y eso me fue llevando a querer aprender un montón de cosas. Tenía un padre relator, gran contador de historias, y me empecé a fascinar por escuchar esas historias. Alrededor de los 12 leí La Ilíada y fue el primer contacto que me generó una fractura mental: esa capacidad de relatar batallas con ejércitos y dioses que se meten en las conversaciones y en la vida de las personas, me atrajo de forma tremenda. Después estuve muchos años entre la literatura, la filosofía y la política. Lo único que me gustaba era leer y escribir. Empecé a hacer otro tipo de textos, ya no cartas de amor sino guiones para programas de radio. Eso me fue acercando a escribir contenido, pero yo mientras tanto escribía cuentos y cosas que no mostraba. Cuando tenía 13, volvió la democracia y hubo elecciones. Había un ambiente de inquietud y de reunión, y me acerqué a un círculo literario que se juntaba en el conurbano, en la zona de San Martín, ahí leía algunas cosas que escribía, pero eran todos adultos. En esos ambientes me empezaron a pedir textos políticos. Pero siempre tuve una situación conflictiva con dedicarme totalmente a la literatura. Era lanzarme al vacío y siempre tuve cobardía, terror de morir de eso, de aislarme mentalmente.
–¿En qué sentido aislarte? 
–Tenía miedo de que me enclaustrara, quedar días encerrado sin conexión con el mundo, haciendo solamente eso. Llegué a estar aislado mucho tiempo, no podía manejarlo, entonces me volcaba completamente, eso me traía un montón de conflictos con el resto. Me costó mucho tiempo. Yo digo que vampirizo lo que vivo. Lo que vivo no es solamente la situación en la que participo; lo que vivo es lo que leo, lo que me cuentan, lo que recuerdo, lo que sueño, lo que quiero, lo que imagino, entonces yo ahora estoy desinhibido, no tengo ningún freno ante la exposición de eso. Hay situaciones en las que me pongo en un lugar determinado que antes era imposible, o me inhibía…